Cuando las cosas no salen del todo bien, cuando todo te abruma y te sentís al revés, cuando los sueños se esfuman y nada gira como vos queres. Ese es el instante preciso para frenar y echarse un cable a tierra, detener el mundo 2 o 3 segundos a tus pies, y decidir realmente que queres hacer, que vas a hacer o harías en determinado momento o situación. De eso se basa un poco todo, de saber básicamente, sabe decidir, saber actuar, saber pensar, simplemente saber. Y cuando no sabes? Ahí empieza todo el conflicto, empiezan las idas y venidas, para acá o para allá, los caminos que se bifurcan y todo empieza a desvariarse. Sin embargo, al fin de cuentas, siempre terminamos encontrando alguna que otra solución, que a veces no es la correcta, no es la mas sensata, pero sirve para zafar de la situación que estamos afrontando.
Vivir es una palabra muy amplia, un diccionario diría yo, donde en ningún libro nos explican como se lleva a cabo, y cada uno va haciendo su camino y descubriendo su vida. Pero cuando vos crees que estas haciendo lo mejor y das todo de vos para algo/alguien y no sentís esa respuesta del otro lado. Ahí empieza otro disturbio mas, sumado al anterior, ya son dos quilombos que tenes que resolver. Al menos estos dos embrollos van de la mano, es decir tienen características parecidas.
Entonces, a todo esto yo pregunto: Por qué nos cuesta tanto vivir? Por qué hacemos todo tan complicado, cuando en verdad no lo es? Por qué no dejamos vivir al otro en paz? Por qué metemos las narices donde no hay qué meterla? Por qué estorbamos en vez de seguir? Y cientos y millones mas de “Por Qué?”.
Esta es una de las incertidumbres mas importantes que tengo, que cala en lo mas hondo de mi, la respuesta a esta maldita pregunta que a la larga no tiene respuesta, pierde la coherencia al preguntarse, a veces puede ser efectiva, pero suele ser mas molesta que eficiente. Ahora es cuando yo les pregunto a ustedes... ¿Por qué?
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